Ofelia Ros (University of Michigan)
El artículo convoca a los estudios sobre la historia del psicoanálisis a un giro hacia una genealogía a la manera foucaultiana o una cartografía a la manera deleuziana que disloque el lugar de oficialidad instituida que el psicoanálisis ostentó durante décadas opacando su capacidad subversiva.
El artículo convoca a los estudios sobre la historia del psicoanálisis a un giro hacia una genealogía a la manera foucaultiana o una cartografía a la manera deleuziana que disloque el lugar de oficialidad instituida que el psicoanálisis ostentó durante décadas opacando su capacidad subversiva.
Particularmente me interesa la articulación esbozada por el autor entre el cuestionamiento del lugar del analista y el del crítico literario. A partir del anterior se desprenden preguntas como: ¿cuál es el precio que paga la crítica literaria por su institucionalización? ¿cuál el precio de su asociación con el discurso universitario de saberes certeros y acumulables que sostienen la ilusión de control sin riesgo sobre el mundo y el sí mismo al servicio de una mayor eficacia en evaluar los cánones esperados de los individuos? ¿Cuál es el precio que paga la crítica literaria cuando mediante la ostentación de la eficiencia de su conocimiento sutura la particularidad subjetiva de lo que aborda? ¿Acaso en tanto críticos no corremos el riesgo de adherir a promesas que auguran una rápida y eficaz felicidad, conduciendo al sujeto a lo que suponemos bueno para su vida y hasta revolucionario, desconociendo absolutamente ese más allá de opacidad que habita en todo otro? ¿Cómo enfrentar la verborragia semántica de nosotros, los críticos literarios, en la que prolifera el sentido, el bla bla bla que engrosa el goce que retiene narrativas y eventos en una posición subjetiva de lamento lacerante opacando su capacidad subversiva? El autor propone que es en el quiebre de las cadenas asociativas, en la ruptura de la dimensión de la comprensión que se abre un espacio y un instante que nos habilita a toparnos con una verdad del sujeto que lo desprende de una certeza yoica. Por ende, los momentos más fuertes de un análisis no se juegan en el registro de la comprensión, sino en los instante en que ésta se suspende. Podríamos afirmar siguiendo al autor, que críticos en tanto analistas y analistas en tanto críticos, más que ir a la búsqueda del objeto de conocimiento nos encontramos con éste en la apertura de un porvenir. Nuestra intervención es en el instante de dislocación de la certeza yoica, en palabras del poeta argentino Arturo Carrera, “ese oro de la no intención, el oro de no durar, de no tener, de no saber, de hacer el signo con absoluta humildad.” Instante que analistas y críticos estamos no sólo convocados sino compelidos a atisbar, dado que el sujeto es producto del acontecimiento que allí adviene y se reinventa en él.
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